Durante siglos la educación ha estado basada en muchos casos en el sometimiento de adultxs sobre lxs niñxs: no tenían libertad de opinión o actuación y estaban limitados a obedecer y actuar tal y como era indicado. Eran, pues, sujetos pasivos de su aprendizaje, obligados a reproducir el modelo que recibían. Recibiendo de manera principal, tanto en casa como en la escuela, el castigo verbal e incluso físico para reprimir comportamientos inadecuados o de desobediencia.
Poco a poco, este modelo, basado en el autoritarismo, va desapareciendo y dejando paso a un método en el que el niñx es parte activa y consciente de su propio aprendizaje, razona por sí mismx, elabora sus propias respuestas, respetando la figura del adultx, pero siendo igualmente respetado (o así debería ser).
Todo ello ha sido gracias también al fruto de muchos años de conciencia y cambio llevados a cabo, entre otros, por grandes personalidades dentro de la educación, como María Montessori o Rudolf Steiner, dando paso a otras metodologías educativas innovadoras, como es el caso de la Disciplina Positiva, que tiene sus orígenes en las investigaciones del Psiquiatra Alfred Adler, en los años 20.
La educación en positivo no es, contrariamente a lo que podría pensarse, una opción pedagógica reciente sino una metodología basada en la evidencia científica y el denodado estudio durante muchas décadas de profesionales de la pedagogía, psicología y psiquiatría de todo el mundo. ¿Cuáles son las principales señas de identidad de una educación en positivo?, ¿qué beneficios aporta?
La educación en positivo está basada en la comunicación, el cariño, el entendimiento y la empatía.
Se trata de “un baile perfecto entre amabilidad y firmeza” con respeto mutuo y sin luchas de poder. El respeto es la clave y no se emplean ni el autoritarismo ni los gritos para educar.
Se requiere de la colaboración de todxs lxs miembros de la familia, siendo todos parte activa del proceso.
Ayuda a lxs niñxs a sentirse protagonistas de su aprendizaje, permitiendlxs desarrollar sus capacidades innatas y todo su potencial.
Favorece la autonomía, la seguridad, la autoconfianza, la escucha y la convivencia en comunidad.
No se tiende a emplear el castigo ni el premio (disciplina punitiva) como consecuencia principal de los actos.
El principal objetivo es modelar las habilidades que queremos transmitir a nuestrxs hijxs, siendo nosotrxs el espejo donde se reflejan.
Con este abanico tan amplio de características, podemos concluir que educar en positivo es el método ideal para hacerlo de una manera consciente, respetuosa, amable y firme, a nuestros pequeños, siendo la fórmula ideal para forjar adultxs felices y llenos de valores y habilidades individuales y sociales.
Texto adaptado de Alejandra Melús