En un campamento normal no nos medimos la temperatura 2 veces al día. Tampoco llevamos la mitad de la cara tapada la mayor parte del tiempo. Además solemos ser bastantes más.
Quizás deberíamos sentirnos raros por estos cambios, pero la verdad es que cuando las luces del campamento se apagan y nos tomamos unos minutos para mirar al cielo sólo podemos pensar en lo afortunados que hemos sido al poder hacer un campamento en la situación en la que nos encontramos.
Por unos días la cobertura se ha esfumado y los únicos mensajes se encontraban dentro de un buzón de madera. ¿Y saben qué se nos ocurrió hacer? JUGAR, a todas horas, como si nunca hubiésemos dejado de hacerlo. Y oigan, no saben lo bien que sienta.
Los monitores somos persones humanes extrañes, nos despertamos con energía y cuando no la tenemos, nos la inventamos.
«Nos pasaremos la vida entera, derribando nuevas fronteras»